Experiencias cercanas a la muerte

Las experiencias cercanas a la muerte se dan en personas que tuvieron una muerte clínica, pero fueron resucitados a tiempo, o bien, en personas que han estado a punto de morir.


El tema es estudiado en profundidad desde hace muchos años, se descubrió que muchos de los relatos de gente de distintas épocas, países, razas y religiones, tenían muchos puntos en común.

Fases
  1. El paciente se siente flotar sobre su cuerpo, y ve el dormitorio, el quirófano o el lugar en el que se encontraba (out-of body experiences, OBEs, experiencia extracorporal), e incluso oye la declaración de su propio fallecimiento.
  2. Después, siente que se eleva y que atraviesa un oscuro túnel mediante una escalera o flotando en el vacío, y con una relativa rapidez.
  3. Ve aparecer una figura al final del túnel (que suele describirse como hermosa, blanca o transparente; a veces hay paisajes, voces o música).
  4. El paciente pasa a ser espectador, no siente dolor ni molestias: solo percibe una paz interior.
  5. Algunas personas, sin embargo, aseguran haber tenido experiencias terroríficas en el más allá.
  6. Familiares o amigos difuntos van a su encuentro.
  7. Aparece una presencia o voz que se define en función de las creencias religiosas del paciente (puede tratarse de Jesucristo, de un ángel, etc.), y se establece un diálogo sin palabras con ese ser que parece conocer todo sobre el moribundo.
  8. Se presenta una visión global pero íntegra de lo vivido, como si viese “su película”; el modelo más ajustado para describirlo según los testimonios es como el de una sucesión de filminas de momentos sueltos de la vida, no necesariamente importantes.
  9. Tras esta revisión se lleva a cabo una evaluación ética de las experiencias.
  10. El sujeto se ve delante de un obstáculo o "frontera" y toma conciencia de que aún no ha muerto, y aunque sigue sintiendo una paz y tranquilidad indescriptibles y acogedoras, se da cuenta, y también eso le indican sus acompañantes, de que debe volver.
  11. Verdadero retorno a la vida terrena, acompañado de un sentimiento de pesar por no ser capaz de permanecer en el más allá, y una sensación de sufrimiento para volver a su cuerpo físico.
  12. Miedo para informar de la experiencia a los demás por miedo a no ser creído, pero al mismo tiempo el deseo de hacerlo como un deber de compartir algo muy valioso e importante.
  13. Desaparición del miedo a la muerte; no se desea morir, pero se contempla la muerte ahora como una transición feliz a una realidad superior.
  14. Mejora sustancial de los valores en que se vive la vida, colocando como el objetivo principal el amor, la coexistencia con todos los seres y la búsqueda de la armonía con ellos.

Testimonios

ARTURO GÓMEZ ANDÚJAR

(49 años, responsable de logística de un almacén de suministros de fontanería, Valencia).

«Con 17 años, un día de verano, mi novia y yo decidimos ir a la playa en moto a hacer unas fotografías. De camino, al cruzar un puente, la rueda patinó y caímos al suelo. La moto y mi novia tuvieron suerte. La peor parte me tocó a mí. Salí despedido y paré con la cabeza de un golpe, sin casco, contra la valla del lateral.

Perdí literalmente el cuerpo y comencé a flotar, viéndome a mí mismo tendido inerte en el suelo con mi novia llorando agachada sobre mí. También recuerdo a un joven que corría hacia allí pidiendo auxilio. Pero la visión cada vez era más difusa porque yo no paraba de coger altura.

De pronto, mi ascenso flotando boca abajo se detuvo por alguien que me asió por la espalda. Quien quiera que fuera, con una voz amigable y serena, me preguntó “¿Dónde vas?” y sin dar opción a responder continuó “Éste no es tu momento. Tienes aún muchas cosas por hacer.”

Recuerdo que me volví para ver a aquél ser. Vestía una túnica blanca, tenía un pelo rubio algo largo y una cara que no se veía bien pero infundía confianza y tranquilidad. Meditando aún las palabras de mi inesperado interlocutor, de pronto me sentía como si fuera viajando cómodo y feliz en un vehículo grande y lujoso, con mucho espacio y un gran motor. Pero en seguida esa sensación desapareció y empecé a notar sangre.

Fue cuando realmente tomé consciencia de lo que me había pasado. Desperté en un coche que resultó ser del chico que desde arriba había visto correr. Vivía junto al puente, y al ver nuestro accidente acudió en nuestro auxilio. Dada la gravedad de mi estado, decidieron enviarme a la clínica San Juan de Dios de Valencia.

Ya en un quirófano, el médico que me atendió no daba crédito. Tenía múltiples fracturas craneoencefálicas. Precisaba suturas por las cejas, por la sien, por la barbilla, de hasta cincuenta puntos. Estaba vivo de milagro. Pero lo más increíble de todo es que yo me encontraba bien, no sentía dolor, ni siquiera me hacían daño al pasarme la aguja y el hilo. Estaba charlando y bromeando con las enfermeras como si nada grave hubiera pasado.

Una vez que todo acabó, comenté mi experiencia con mi novia y comprobé que lo que había visto desde arriba era exactamente lo que había ocurrido. Me ha dado mucho que pensar. No es, desde luego, algo que se vaya contando alegremente a todo el mundo.

Lo que me pasó me lleva a pensar que todos tenemos a alguien que está ahí, junto a nosotros, protegiéndonos aunque no lo veamos. También estoy convencido de que sí que hay vida después de morir: no como ésta, pero la vida continúa».


JUANRA FERNÁNDEZ

(45 años, Director de cine, Cuenca).

«Mi hermano sufrió un accidente de moto que, aunque en principio parecía resultar en alguna herida leve y sin importancia, se complicó al no detectarle una hemorragia interna que, una vez extendida, se hizo incompatible con su vida.

Una mañana, el teléfono sonó para alertarnos de la inminente llegada de su fin. Algo que desde luego es imposible de asimilar. Ninguno imaginamos que el día que cayó al asfalto impulsado por alguien que decidió saltarse una señal de stop desembocaría en una agonía tan rápida y tan compartida por toda la familia.

Todos sabíamos de la proximidad del momento más triste de nuestras vidas, todos menos él. Mi hermano permanecía ignorante de su gravedad, estaba consciente y lúcido, y así se mantuvo durante todo el día, una lucidez sorprendente en relación a su destino.

Los familiares intentábamos no agruparnos en la habitación del hospital para no despertar sospechas en el paciente. Mientras, mi hermano nos hablaba con normalidad. En un determinado momento se incorporó sobre la cama e intentó levantarse. Yo estaba a su lado en ese instante. Siendo ambos los únicos presentes en la habitación, le pregunté sorprendido qué adonde iba. Él respondió con la mirada fija en un punto en el que no había nadie: “Me tengo que ir. ¿No ves que me están esperando?”. Sorprendido aclaré que no había nadie ahí, pero él insistió señalando hacia ese punto vacío.

No fui el único de los que ese día le acompañamos que le escuchó decir cosas similares, incluso llegó a describir a uno de los que habían venido a buscarle, refiriéndose a él con toda naturalidad y como si le conociese perfectamente, añadiendo: “Mirad que guapo está”.

Esa noche murió. Se fue. Yo espero dentro de mi tristeza y de la de todos los que le echamos de menos, que se fuera con alguien que le quiera tanto como nosotros».



Libros

Te recomiendo algunos libros sobre el tema, hay muchos mas, solo pongo los mas conocidos.
  • Vida después de la vida. Raymond Moody
  • La muerte: un amanecer.  Elisabeth Kubler Ross.
  • Consciencia más allá de la vida. Pim van Lommel. 
  • Mas alla de la vida. Victor Sueiro
  • La gran esperanza. Victor Sueiro

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Prohibido entrar: Isla da Quemaida Grande, la isla de las serpientes

Juego recomendado: Rise of nations

¿Tenes ganas de que te torturen un ratito? venite a McKamey Manor